Expectativas empresariales para el 2018
Para fines del 2017, el empresariado ecuatoriano no tiene dudas ya de que la economía ecuatoriana tiene problemas muy serios.
En lo fiscal, un déficit que por varios años está entre el 7 y 8% del PIB, cifra sencillamente insostenible. En el tamaño del sector público, hemos logrado el honor de ser el país de Latinoamérica con el mayor gasto
público en relación al PIB de todo el continente, promediando 42% en los últimos años. Esto comparado con el 22% que tenía el país hace escasos 10 años, muestra un crecimiento irracional del sector público.
La deuda crece aceleradamente, y cada tramo que se contrata es a mayores tasas que el promedio de la existente, con lo cual el servicio de la deuda se va agravando.
En cuanto a liquidez, el Banco Central del Ecuador ha sido despojado de alrededor de $8.000 millones que han sido canjeados por acciones de bancos estatales y empresas del estado. Esta maniobra lejos de solucionar
el problema lo complica, pues sentencia a la economía ecuatoriana a no tener liquidez para importar.
En lo externo, se sigue privilegiando el control de las importaciones por sobre los tratados de libre comercio, y por sobre los convenios de inversión. No hay un estímulo real a las exportaciones, las mismas que
tienen el problema general de la economía ecuatoriana del tipo de cambio real, y del alto costo para producir.
Se ha heredado un sistema asfixiante para la producción y la inversión extranjera no viene. De hecho, somos el país con la menor inversión extranjera directa en relación al Producto Interno Bruto (PIB) de todo el
continente. La deflación existente, el aumento del desempleo, y la lenta actividad
económica son síntomas inequívocos que el empresariado siente como
prueba de las dificultades de la economía nacional.
Ante todo esto, mucho se preguntan el por qué de que no haya habido una corrección de estos problemas, y en realidad, por qué no se ha acometido ya con un cambio tan necesario en el modelo económico vigente. La respuesta es simple. Los empresarios, al igual que el resto de los ecuatorianos, debemos comprender realidades políticas. El presidente Moreno hereda no solamente un modelo económico y una situación económica gravísima sino que hereda también un complejo panorama político, en el cual al posesionarse se da cuenta de que estaba totalmente maniatado; una legislatura cuyos miembros de Alianza País respondían más al ex presidente que al presidente en ejercicio; un consejo de participación ciudadana, y todos sus derivados (entidades de control, superintendencias, fiscalía etc.) hechos a la medida y diseñados para
guardar las espaldas a quienes se iban con la convicción de que debían regresar; un equipo de gobierno casi impuesto por su antecesor, en especial el frente económico.
¿Cuál debía ser la prioridad del gobierno en esas circunstancias? Obviamente, que si priorizaba el arreglo de la economía, que supone ajustes, que supone corrección de desequilibrios gigantescos con medidas que no serán necesariamente populares, el gobierno perdía capital político, y la figura del presidente se desgastaba. Una corrección económica, como prioridad del gobierno, dado el entorno político heredado, habría sido un suicidio político, porque el gobierno habría enfrentado un gran desgaste, sin tener los apoyos políticos necesarios para poder sostenerse.
La prioridad se volvió entonces el lograr gobernabilidad, para lo cual se convocó a una consulta popular.
La prueba de cuán minado estaba el campo político, es como se trató por todos los medios de atrasar y “torpedear” la consulta. El mes de febrero es clave para entender el futuro del país y de la actividad empresarial. Si los pronósticos se cumplen y la consulta es favorable al presidente en ejercicio, entonces él tendrá dos caminos. Usar ese bagaje político y ese capital aportado por la consulta para continuar con el modelo fracasado, o realmente tomar el toro por los cuernos y comenzar el arreglo en serio de la economía del Ecuador, para evitar que esta caiga en un hoyo muy profundo y negativo, como el que han mantenido Puerto Rico y Grecia con muchos años consecutivos de recesión.
Si en ese momento no se toman los correctivos, o si vemos que los correctivos son paños tibios, deberá entonces el sector empresarial adoptar posiciones radicales, porque no se puede creer que alguien en
estas circunstancias todavía esté convencido que el socialismo siglo XXI es un modelo que puede llevar al progreso y al bienestar. La consulta consolida el poder político del gobierno, pero abre con gran claridad, al dar un mandato sólido al presidente, la posibilidad de arreglar en forma seria la economía del país.
Creer que entre estos días y la consulta la economía se va a enderezar, o que van a darse grandes cambios de rumbo, es una ilusión, alejada de una realidad fundamental: los gobiernos son fundamentalmente un ejercicio político. Que la economía es vital, nadie lo duda, pero antes de hacer economía se tiene que ser gobierno, y para ser gobierno y subsistir en las funciones, hay que tener capital político.