¿Podremos?
En cuanto a las cifras y proyecciones de la economía del Ecuador al día de hoy, nunca antes nuestro país había enfrentado una combinación tan poderosa de factores externos que pongan en jaque tan crítico a nuestra estabilidad y supervivencia en todo orden: político, económico y social. La terrible situación sanitaria tiene como efecto de amplificación, y mucho más grave en el mediano y largo plazo, el potencial colapso económico.
Este no es un problema del Gobierno. Es un problema de toda la sociedad. Por supuesto que la solución la tiene que liderar el Gobierno, el presidente de la república a la cabeza y su equipo.
Si ese liderazgo no es claro, las consecuencias son totalmente impredecibles. Entendemos que el presidente enfrenta el amargo recuerdo de octubre. En aquel momento, el tomar una medida, absolutamente necesaria, que corregía un pecado social de décadas que le ha costado a precios de hoy al Ecuador más que todo el valor de la deuda pública, recibió la embestida salvaje de grupos orquestados que intentaron y casi producen un golpe de Estado, destruyeron a la capital, paralizaron la economía, y nos causaron un gran costo económico y social.
Pero ese recuerdo, más el peso enorme de la carga actual, no pueden frenar hoy la iniciativa del Gobierno. Solo pensemos en los grandes golpes que dieron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial: la invasión de Polonia en 1939; la rápida conquista de Noruega en 1940; para usar sus puertos y fiordos, escondite de los submarinos nazis; Bélgica tomada en menos de lo que canta un gallo, con la táctica del “blietzkrieg”. Francia se prepara luego de la primera guerra Mundial, construye la “línea Maginot”, un conjunto de fortificaciones supuestamente inexpugnables para detener a los alemanes. Pulverizada en pocos días.
¡Qué habría pasado en el mundo libre si cada uno de esos golpes hubiese merecido la entrega definitiva de los aliados o su abatimiento moral!
A pesar de todo lo vivido, de la gran dificultad que es gobernar a este país, le toca al Gobierno hacer entender que sencillamente en una economía dolarizada la cadena de pagos se nutre de dólares y no los tenemos. Y que hay que buscarlos en unidad de esfuerzo y metas de todos los ecuatorianos, y que están esos dólares en el exterior. Le toca a ese Gobierno explicar con cuánto contamos y, por sobre todo, en qué se va a usar el dinero que se pueda obtener del exterior, único válido para alimentar la cadena de pagos.
Pero toca también a la sociedad entender el concepto del sacrificio, y unirse en torno a la causa de la supervivencia de la patria. Esa unidad no se ve. Los dardos políticos van y vienen. Artículos de prensa que buscan criticar, hablar de fracasos y abrir caminos para unos, cerrarlos para otros. Artículos que solo critican. Noticias falsas al por mayor. Información totalmente irreal. Volvemos a las preguntas que alguna vez hicimos: ¿Somos una sociedad viable? ¿Tenemos capacidad de entendernos?
En el año 1995, con el claro liderazgo del presidente, el Ecuador se unificó en torno a una frase sólida: “Ni un paso atrás”. Con una actuación gloriosa de nuestras fuerzas armadas, el Ecuador pudo luego cerrar con dignidad su frontera, y acabar con un problema que nos agobió desde el inicio mismo de la república.
Luego de esto, la unidad se desbarató. Las pasiones políticas se volvieron a enardecer. Durante 10 años, 5 mandatarios fuimos al exilio. Fuimos enjuiciados por cortes controladas políticamente. Se descubrió que usando la función judicial se podía chantajear y controlar a los gobiernos. Al cabo de 5 años de desbarajuste por la barbarie política, el Ecuador sufrió su peor crisis, en 1999.
Hoy, si la politiquería está por encima de la patria, no necesitaremos 5 años de inestabilidad, ni muchos mandatarios en el exilio, para que se produzca una catástrofe superior a la de 1999. Se necesitarán pocos momentos y esto pasará. Y si no se lo entiende, si la búsqueda del poder, o la lucha por el poder, o el cuidado de los espacios políticos, o las estrategias partidistas, y los intereses personales o gremiales están por encima del bien común, la crisis nos desbordará, y será incontrolable.
No he visto, en mi experiencia de economista, y de funcionario público, y además como lector profundo de la historia económica, muchos casos que se puedan asemejar a la confluencia de factores tan devastadores sobre un país, como los que hoy enfrenta el Ecuador.
Y si los mitos de siempre continúan, los discursos de siempre persisten, a lo mejor tendremos que cambiar la supuesta frase de Santa Marianita, que el Ecuador no desaparecerá por terremotos sino por sus malos gobiernos, a la nueva frase: “El Ecuador no desaparecerá por terremotos, sino por el canibalismo entre sus hijos”.
*Este artículo fue publicado originalmente en el Diario El Universo